PARA TODOS: IGUALDAD DE OPORTUNIDADES REAL.
El sistema educativo debe garantizar la igualdad de oportunidades para todos. Muchos creen que esa conquista ya se ha logrado, pero no es así. La igualdad de oportunidades no existe si nuestros hijos solo puedan estudiar un tipo de educación y en un centro educativo determinado por el lugar donde viven o por la capacidad económica familiar.
La igualdad de oportunidades no se alcanza con un solo tipo de educación.
Con un único modelo escolar o universitario, todos acaban estudiando lo mismo y en el mismo tipo de centro educativo. Pero eso no es una igualdad de oportunidades real, sino igualar imponiendo un único tipo de enseñanza. Sin atender a las diferentes necesidades del estudiante y su familia, ni la diversidad y pluralidad social. Obteniendo como resultado un sistema educativo débil, homogéneo y anticuado, en lugar de uno más rico que contemple diferentes alternativas.
La igualdad aplicada al extremo conduce a la desigualdad.
Todos los estudiantes deben ser iguales en todo. Sobre esta idea se construye el actual modelo educativo de la escuela pública o estatal, una aplicación extrema de la igualdad que irónicamente conduce a la desigualdad. Ya que al excluir las propuestas educativas diferentes y asignar los mismos contenidos en los planes de estudio, crea un escenario de desigualdad donde solo hay dos opciones: la pública-estatal y la de iniciativa social-privada.
Las familias que quieren elegir libremente otro modelo educativo se ven obligadas a pagar el doble por la educación de sus hijos, seguirán pagando con sus impuestos el centro público al que no asistirán y abonarán la mensualidad del centro que sí desean. Y obviamente, solo las familias con grandes recursos pueden asumir este coste. El resto de la sociedad tiene como única opción el colegio público-estatal con un modelo educativo único.
¿No tendría sentido una política de becas que permita que todos los estudiantes con capacidad y voluntad puedan estudiar en el centro educativo que quieran? Es una modelo que ya existe y que fomenta una igualdad de oportunidades real.
Igualdad de oportunidades no es lo mismo que igualdad de resultados.
En España abundan medidas legislativas y políticas educativas en las que se habla de la no discriminación, pero paradójicamente persiguen que todos los estudiantes logren los mismos resultados. Y esa lógica de la igualdad, en la que todos tienen que ser iguales al finalizar el curso, lleva a la modificación de los sistemas de calificaciones para ocultar las diferencias entre alumnos, a la concesión de becas universitarias a los que suspenden asignaturas o a que maestros y profesores se vean obligados a bajar el nivel de exigencia, entre otras consecuencias.
Se genera así un contexto en el que se celebra la homogeneidad y se minusvalora el esfuerzo para mejorar, premiando la igualdad y no recompensando la diferencia del que intenta llegar más lejos. Y este empeño en no discriminar por resultados acaba discriminando a nuestros hijos en la vida real, la que se vive fuera de las aulas.